miércoles, 2 de noviembre de 2016

Prefiero el amor rico en colesterol

Odio a la gente
convencional.
La gente con
colorantes y
conservantes
en las mejillas.
Odio su
juventud con
fecha de caducidad.
Las familias
de marca blanca
con el corazón
caducado
que miran el
telediario
mientras comen,
mientras pagan,
mientras follan
sin amor.
Mientras su
jarabe de glucosa,
su gasificante,
su fructosa
y su puto E-102
devoran su alma.
También me odio
a mí mismo.
Quizás sea porque
llevo años sin que
me salga un poema
del estómago,
sin regurgitar recuerdos
para convertirlos
en palabras
bellas y terribles.
El caso es
que me suda
los cojones
el Señor Mercadona
mientras me venda
las Steinburg a 30
céntimos de mierda,
pero el amor...
el amor
me sigue importando.
Y ahora que lo tengo,
me siento como
envasado al vacío
en un mundo muerto.
Pero, al menos, sé
que Ella es real.
Real y cancerígena
como la Coca-Cola
cuando era Coca-Cola.
Como la carne roja
del deseo.
Como el gobierno
y las golondrinas
de la ignorancia.
Porque cuando la beso,
el tomate
me sabe a tomate
y sus labios
a cielo.
Y mientras las
hamburguesas
del Burguer King
devoran a las
mariposas de mi
estómago,
la miro
y pienso
en todos los cobardes
que eligieron
un amor
semidesnatado,
y entonces me siento
feliz,

(14-VIII-16)