lunes, 16 de diciembre de 2013

A ras del verso

Desde
que estudiaba
quería ser poeta.
Robarle
las flores
a la primavera,
sembrar
de besos
las cumbres
de cien musas,
conquistar
el Olimpo
de las palabras.

Pensaba
que sería bello,
que sería hermoso,
casi divino.
Y leí
los límpidos versos
de la Poesía Universal
buscando
aún no sabía qué.
Y leí
sus golondrinas de nieve,
sus oropéndolas de viento,
sus jilgueros de porvenir.

Pero nada leí
de la miseria,
nada del miedo,
nada del odio.
Porque nada decían
de la miseria
si no era belleza.
Porque nada del miedo
si no era medida.
Porque nada del odio
si no era rimado.
Y por supuesto
nunca decían
ni una
sola
verdad
sobre el amor.

Entonces,
cierto día,
cuando pensaba
que nunca sería
poesía,
descubrí
en los rincones
oscuros
de las estanterías
a los poetas
sin Generación en el mundo,
sin mención en los coloquios,
sin signatura en los anaqueles
de la historia.
Y me sentí
igual que ellos.

Escribían
en servilletas,
en paredes,
en las puertas
de los retretes.

Escribían
sobre mantis
y no sobre mariposas,

sobre polillas.

Sus amores
eran
descomunales
y terribles.
Su miseria
era miseria,
su miedo
hogueras
y su odio
piedras.

Eran poetas
que escribían
como si
vomitaran,
como si
cagaran,
como si
follaran,
como si
rieran.

Que escribían
por ejemplo:
"En tus ojos puedo ver
ciervos azules copulando".

Poetas-protesta en servilletas
Poetas-mordisco en las paredes
Poetas-patada en los retretes

Eran poetas
de manos vacías,
poetas
de sueños negados.
Y escribían desde el suelo,
que es desde donde se huele el mundo.

Y fue entonces
cuando supe
que podía ser
poesía.

Sin golondrinas de nieve
Sin oropéndolas de viento
Sin gorriones de porvenir.

Viviendo
a ras del verso
sin mirar atrás.

(16-XII-13)

DEDICADO A TODOS ELLOS



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